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    Fantasmas Del Ático

    lunes, 20 de mayo de 2013

    Emocionalmente infantil




    Aquella tarde compre una botella de champán después del trabajo. Ese día tenía ganas de compartirla contigo. Y como ya sabes que a mí me gusta mucho tomarme esas cosas con un poco de chocolate, cogí la receta de mi madre y cuando llegue a casa elaboré con impaciencia infantil unas cuantas trufas mientras pensaba en ti y en qué cara pondrías cuando te diese la noticia.
    Me mandaste un mensaje. ¿Llegarías tarde?
     
    No sé si es que es algo que va directamente relacionado con mi persona, pero es que cada vez que trazo un plan cuidadosamente, siempre ocurre algo que lo vuelve del revés. Me entristezco con facilidad, siento como mi ilusión se fractura levemente y como algo en mis mejillas me obliga como a curvarlas de forma dolorosa para esbozar la peor media sonrisa del mundo y obligarme a actuar como si todo por dentro estuviese bien. Como si no hubiese granizado en un segundo congelándome por dentro.
    Al final respiré hondo y me puse a escribir para olvidarme del tiempo. Para imaginar que no era tan exagerada y egoísta.
    Cuando llamaron a la puerta, fui corriendo para poder darte un abrazo. Creí que se me paraba el corazón. Tuve que darlo cuerda como si fuese un reloj antiguo para solo conseguir que latiese de forma errática. Pero ahí estabas. Con esa sonrisa que me volvía loca. Con ese brillo en los ojos en los que adoraba perderme. Y me diste un abrazo de los que me dejo sin aire. Y luego me diste un beso de esos en los que consigues que se me olvide respirar. Y… Y…. y de pronto me sentí estúpida por preocuparme por cosas tontas.

    - ¿Qué tal esta mi pequeña favorita?

    Sonreí. Pero esta vez de verdad.

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