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    Fantasmas Del Ático

    domingo, 10 de marzo de 2013

    Su mejor composición

     
    Terminó de garabatear el último pentagrama de lo que consideraba su mejor composición. Aquella tarde había conseguido perderse en el tiempo con aquel piano viejo que descansaba en el salón. Decidió ducharse. Cuando cerró el grifo con un suspiro escucho:
    -          Hola cielo. Ya estoy en casa.
    Sonrió, se vistió rápido y fue al encuentro de su mujer. La encontró mirando su partitura, y después de darle un beso le pidió que se la tocara. Aceptó, y se dispuso a acariciar las teclas del piano con orgullo mientras su mujer cerraba los ojos tumbada en el sofá, cansada de todo el día. Era un momento especial que solían compartir a menudo en el que no hacían falta ni miradas, ni palabras, ni nada…
    Cuando finalizó la melodía, se miraron sin decir nada y ella asintió levemente. No hacía falta nada más. La había gustado, y cualquier palabra rompería ese momento. La cogió en brazos y la llevó a la cama. Empezó a quitarle la ropa pausadamente mientras recorría cada curva de su cuerpo. La besó con dulzura en un beso interminable, y poco tiempo después a ella se la escapó un pequeño gemido. La poca luz que entraba de la calle era suficiente para que pudiese admirar a la mujer que tenía delante. Entonces se dio cuenta de una cosa. Aquella tarde no había creado su mejor composición, sino que hacía mucho tiempo que la había tenido entre sus manos. Cada noche, cada segundo de su vida en el que ella había estado presente… desde el momento en que se aprendió de memoria cada tecla de su cuerpo y se había deleitado en acariciarlas y saborearlas… había creado la mejor música que podía existir. La de ella… La de ellos. La de el roce de su cuerpo bajo las sábanas de aquella cama mientras aquel piano viejo los miraba en silencio.

    lunes, 4 de marzo de 2013

    Eres mi obsesión



    Y pensar que cuando no estas me falta algo. 
    Que cada vez que me despido de ti te llevas una parte de eso que necesito para vivir. 
    Que hecho de menos el roce de tus labios. 
    Que añoro tus caricias... esas que recorren todo mi cuerpo produciéndome pequeños escalofríos.

    Que sí, que es obsesivo, un no parar, un desequilibrio mental. Pero ¿sabes? Me da igual. Tu estate conmigo, a mí lado, y así nada irá mal.



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