Y es que la mayoría de las veces no lo tengo claro. Sí, así.
Sin más. Sin saber explicarlo.
Hoy hace un día raro. Como ayer, y antes de ayer, y antes de
antes de ayer…. Y así desde hace tanto que perdí la cuenta. Y un día más decido
salir de casa porque siento que me falta el aire. Que entre indecisión e
indecisión se me olvida dejar algunas lágrimas, gritos y reflexiones por el
camino. Y así me pasa. Que me olvido de respirar y todo se complica más. Como
siempre abro el armario y … ya te sabes el resto.
Si no me doy prisa, perderé el autobús. Y no puedo perderlo,
porque significaría verle una hora más tarde. Una hora más para pensar. ¿Por
qué he tenido que levantarme hoy con ganas de convertirme en aspirante a
filósofo? Me invade la frustración y empiezo a correr a ver si me la dejo por
el camino.
Y es que a veces creo que me falta originalidad. No consigo
hacer una versión de mí misma que me guste. Me quedé anclada en los personajes
de Disney… Y no avancé.
-
¿A dónde vas?
-
A reinventarme.
Analizo lo que acaba de pasar. He dado una contestación a mi
vecino tan incoherente que el pobre se ha callado y no ha dicho nada más. Y es
verdad. Me meto en mi burbuja y me reinvento miles de veces. Porque paso allí
todas las horas del día restantes en las que no estoy contigo. Porque a veces…
consigues que me encuentre por un instante y parezca que todo cobra un poco más
de sentido. Porque me dices que soy demasiado positiva y sonrío.
Y mientras tanto,
miro los árboles y me doy cuenta de que narro lo que pienso como si fuese a
escribirlo. Como si quisiese hacer de mí un cuento. Y es que no sé… puede que
sea un sentimiento, un impulso… algo espontáneo. Pero al final de todo…
prefiero ver las cosas buenas antes que las malas, ya que de esas se encargan
otros de recordármelas.