Me encanta cuando estas tumbado perezoso en la cama y yo
estoy indecisa delante del armario sin saber qué sacar de él. Todo me parece
mal, o todo me parece bien. Te miro con la intención de pedirte ayuda, y te
sorprendo comiéndome con la mirada mientras se te ocurren cosas prohibidas y
muy tentadoras.
- ¿Qué me pongo? - acabo preguntándote siempre con la esperanza
de que algún día me digas algo con sentido.
- Con cualquier cosa estas
guapísima.
Te miró frustrada. Como siempre, esa respuesta no me sirve… y como
siempre, lo vuelvo a intentar. Te doy varias opciones para ponértelo más fácil…
pero al final acabas dándome la opción que menos me convence. ¿Cómo lo haces?
¿Cómo consigues fallar siempre en tu elección? Desalentada escojo cualquier
cosa… y una vez más, como siempre, me dices:
- ¿Qué más da lo que te pongas?
Total, te va a durar un segundo puesto.
Te acercas, me haces sonreír, me besas,
me coges en brazos y me llevas a la cama.