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    Fantasmas Del Ático

    domingo, 8 de enero de 2012

    Sin ropa... El pecado más comestible del mundo

    Invisible, incoherente, complicado, indescriptible, desenfrenado, adictivo.
    No sabía si le gustaba o no el estado de enamoramiento estúpido.


    Se encontraba en su habitación sintiéndose un poco rara, pues cuando miró a su alrededor, vio más de 10 velas encendidas. Suspiró. No siempre tenían que crear situaciones románticas los chicos, ¿no? Que eso fuera  lo “normal”, no significaba que estuviese mal… de todas formas, a ella siempre le gustaba ir un poco en contra de las costumbres sociales. Llamaron a la puerta.
    -          ¡Buenas Princesa! ¿Qué tal has pasado el día?
    -          Pues todo ha sido un poco translúcido hasta ahora.
    -          ¿Translúcido?
    -          Si – dijo riéndose. - ¿Una palabra demasiado complicada para ti?
    La miró mal, con esa expresión que siempre la hacía reír. Cuando entró en su habitación, se echó hacia atrás de forma dramática y abrió mucho la boca. No sabía todavía si eran reacciones muy exageradas de sorpresa. De momento se conformaba con saber que le encantaban esos gestos tan... no encontraba un adjetivo para definirlos.
    -          ¿Y esto?
    -          Y esto es que como me dijiste que te molestaba tanto la luz, que preferías la noche, y que te considerabas más vampiro que humano… Pues nada, hoy la quedada es a la luz de las velas.
    -          Eres increíble.
    La abrazó y ella aprovechó para quitarle la camiseta.
    -          ¿Qué haces?
    -          En esta habitación hay ciertas normas. ¿No te lo he dicho? La ropa está prohibida.
    -          ¿Por?
    -          Porque me gusta pecar y considero que sin ropa eres el pecado más comestible del mundo.
    Sonrió... al principio no dijo nada, pero a veces sobraban las palabras. Al final contraatacó.
    -          Entonces vos también quedareis sin ropa ¿verdad? – antes de que la diese tiempo a preguntar por qué continuó – Porque no se imagina cuan hermosa está a la luz de las velas.
    Y la beso para callar cualquier tipo de réplica. No dijeron nada más. No hacía falta. Pronto la ropa quedó olvidada en el suelo. La encantaba aquella luz que no era luz pero que tampoco era oscuridad.  Y de pronto… lo vio. Las letras verdosas grabadas en su piel habían cambiado… pero… En ellas ya no se leía Lady Blue… sino Lady Sonea. Le miró sin entender, y él, como única respuesta volvió a besarla como si aquello fuese lo más normal del mundo.

    Princess_of_Hell

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