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    Fantasmas Del Ático

    jueves, 2 de junio de 2011

    ¿Aprendes la lección?

    No puedo más, las paredes de la habitación cada vez se me antojan más pequeñas y el oxigeno desaparece por momentos según van aumentando las ganas que tengo de ti. Me has dicho que te deje tranquilo, pero es lo último que me apetece hacer hoy. Sé que necesitas estudiar y que estarás absorbido por las notas de las partituras que te tienes que aprender para el concierto, pero es que yo no quiero que les prestes más atención a ellas que a mí. Sí, eso haré. Y si te enfadas conmigo te diré que es a lo que te arriesgabas al jugar con la princesa del infierno. No suelo ser fiel a mi palabra.
    Me levanto, abro el armario y elijo que ponerme. Cogo el vestido negro de botones, ese que me marca la cintura y te gusta tanto poder desabrochar. Antes de ponérmelo hago acopio de la lencería más atrevida que tengo. Esa de encaje negro y rosa que te vuelve loco. Antes de salir de casa, me miro al espejo y estoy convencida de que voy a ganar la partida.
    Camino por la calle, cojo el bus que me dejará en la puerta de tu casa y rezo porque no haya tráfico. Cada segundo se me hace eterno y el papelito que me ha dado el conductor se ha convertido en pedazos en mis manos nerviosas e impacientes. Intento respirar, tranquilizarme… pero es que me muero de ganas por verte.  El cielo está oscuro y justo cuando me tengo que bajar, empiezan a caer pequeñas gotas de lluvia. No me importa, no pasa nada. Recorro las dos calles que me separan de tu casa y cuando estoy delante, llamo. Pero nadie contesta. Y aunque lo intento varias veces la respuesta que recibo es el silencio. Me pregunto a dónde habrás ido, porque creía recordar que estarías toda la tarde en casa. Frustrada, me siento en los escalones que hay en tu portal. La lluvia me sigue mojando y cierro los ojos para disfrutar de la sensación que me producen las caricias de las gotitas que resbalan por mi cara. Poco tiempo después ya estoy empapada, pero no me apetece levantarme porque el sonido de la ciudad en  un día de lluvia me relaja. Me hace gracia los diálogos que mantienen las madres con sus hijos mientras luchan por encontrar un paraguas, los coches que de pronto tienen más prisa de lo normal y el olor a tierra mojada del parque vacío.
    -          ¿Qué haces aquí?
    Abro los ojos sobresaltada al escuchar tu voz. Me he metido tanto en mi mundo que ya ni me acordaba de donde estaba. Vas vestido de negro, como siempre. Los pantalones ajustados te sientan genial y la camisa un poco desabrochada es tu forma de rebeldía para decir al mundo que odias la lluvia.
    -          He venido a buscarte.
    -          ¿Y al ver que no estaba no se te ocurre otra cosa que sentarte a esperarme mojada?
    -          Mojada estoy, y no solo en el sentido literal cariño. Pero no, me he sentado para disfrutar de la lluvia.
    -          No tienes remedio. Ven aquí bajo el paraguas.
    Miro al trozo de plástico  que sostienes sobre tu cabeza gracias a un palo de aluminio y se me ocurre una idea. Me levanto y veo como me miras y se enciende el deseo en tus ojos.
    -          Si de por sí ese vestido es ajustado, con la lluvia lo único que has hecho es que parezca que no llevas nada. – dices intentando parecer serio.
    -          ¿Y eso te molesta?
    -          Cuando significa que puede verte cualquiera sí.
    -          Pero es que aquí no hay nadie más que nosotros. – digo mientras miro la calle vacía.
    No contestas. Solo me miras. Aprovecho que estas distraído para arrebatarte el paraguas de la mano y salir corriendo hacia el parque.
    -          ¡¿Qué haces?! – me gritas enfadado.
    Corres detrás de mí, pero sé que aunque sea por poco tiempo yo voy a ser más rápida que tú. Por eso aprovecho esa pequeña ventaja temporal  para alcanzar un cubo de basura y deshacerme del paraguas. Para cuando has querido alcanzarme, ya es muy tarde.
    -          ¿Qué has hecho? ¿Cómo se te ocurre tirar mi paraguas?
    -          No lo necesitas. – digo mientras me encojo de hombros.
    -          Yo no soy tan infantil como tú y además tengo que estudiar. – te estabas haciendo el enfadado y se te da fatal.
    -          No, tienes razón.  – me acerco a ti hasta que mis labios rozan tu oído – Pero sí que me deseas tanto como yo te deseo ahora. Y estarás de acuerdo conmigo que no hay mejor melodía que la de dos personas haciendo el amor bajo la lluvia.
    -          No seas exagerada.
    -          No seas escéptico. Pienso demostrarte cuan agradable puede ser la lluvia si sabes con qué música acompañarla.
    Y antes de que puedas protestar te beso. Al principio lentamente, con cariño, para estar segura de que he ganado. Después con rabia, con anhelo y al final con pura lujuria. Bajas las manos poco a poco desde la cintura hasta mi culo para pegarme más a ti y para que al final me puedas alzar y te rodeé la cintura con mis piernas. El parque está vacío y en mi último momento de lucidez te digo que me lleves a tu cama.
    -          ¿No querías enseñarme las ventajas de la lluvia? – me preguntas con la voz grave llena de deseo.
    -          Con saber que estas dispuesto a aprender la lección me vale por hoy. Llévame hasta tu cama y hazme el amor antes de que me vuelva loca.
    -          No es precisamente la cama donde tengo en mente llevarte.
    Muerta de intriga y curiosidad dejo que me lleves en brazos como una niña pequeña hasta tu casa mientras te robo besos de vez en cuando. Una vez dentro, en vez de girar a la izquierda hacia el dormitorio, me llevas hasta el baño. Allí tienes un jacuzzi lleno de agua.
    -          ¿Y esto?
    -          Salí de casa para comprar cerillas.
    -          ¿por qué?
    -          Porque como no fumo no tengo mechero y necesitaba algo para encender las velas.
    -          ¿Te bañas con velas?
    -          Yo solo no, pero contigo sí.
    -          ¿Sabías que iba a venir?
    -          Por supuesto. No puedes vivir sin mí. Y… ¿te cuento un secreto? Yo tampoco.
    Me dejas en el jacuzzi, enciendas las velas y te reunes conmigo un par de minutos después. Me molesta el hecho de que seas tan pícaro, pero estoy dispuesta a aprovecharme de la situación. Esos dos minutos han sido suficientes para que mi cuerpo ya te echara de menos. Nos besamos, nos quitamos la ropa que queda olvidada en el suelo del baño. El agua acompaña nuestras caricias. Las más castas y las más atrevidas. Al final no sé qué es lo que tenías que estudiar, pero la melodía que compusimos esa tarde a mí me pareció perfecta.
    Princess_of_Hell

    1 comentario:

    1. Mmm... ¡¡me gustan los baños y duchas juntos!! Y la lluvia, los besos bajo la lluvia son los mejores... ^^

      PD: Me hace mucha gracia el gatito que has puesto de fondo, es muy mono *.*

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